Historia y vida cotidiana del Hogar Pignatelli 1666-1971 pag257

Una plaza con solera

Quizás hoy en día no seamos conscientes
de la trascendencia que tuvo en su
momento la decisión de levantar la plaza
de toros de Zaragoza. Tan arraigada está
en nuestra memoria histórica este tipo de construcciones
que nos puede parecer algo insustancial
la idea de la Junta de la Sitiada de erigir
un coso estable para celebrar corridas de toros y
obtener de ellas un beneficio económico.
Sin embargo, la idea fue realmente original
para su época. Recordemos que las fiestas de
toros, todavía sin apenas ningún tipo de reglamentación
que ordenase la lidia de los animales,
tenían lugar en toda España en las propias plazas
del trazado urbano. Sólo en 1707 se construyó
el primer recinto de madera expresamente destinado
a las corridas de toros. Fue en Sevilla y
lo levantó la Real Maestranza de Caballería de la
ciudad.

La primera plaza de toros de planta circular,
la que acabaría consolidándose dentro de esta
tipología constructiva, se construyó en Madrid,
junto a la Puerta de Alcalá, en 1743, y este fue
el modelo adoptado por la de la Misericordia
de Zaragoza, la segunda de toda España por
antigüedad. Después vendrían, ya a partir de
1785 y, por lo tanto, dos décadas posteriores a
la de Zaragoza, las de Ronda, Aranjuez, Valencia,
Sevilla y Murcia.
Con el tiempo, la de Zaragoza ha ido manteniendo
y consolidando su prestigio y preeminencia
dentro de las plazas de toros españolas,
siendo una de las siete, junto a las dos de Madrid,
Barcelona, Sevilla, Valencia y Bilbao, consideradas
como plaza de primera categoría.

                            Fermín Murillo torea en Zaragoza. Junio 1955
                     Foto: Luis Mompel Castelar. En: “Imágenes de un siglo.
                                       Heraldo de Aragón 1895-1995”

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