Historia y vida cotidiana del Hogar Pignatelli 1666-1971 pag254

Los orígenes de la plaza

Es un hecho bastante curioso que mientras
que algunos historiadores no han llegado
a valorar en su justa medida la intervención
trascendental de Ramón Pignatelli en
la construcción de la Casa de Misericordia, y en la
misma existencia de la institución, atribuyan al
insigne canónigo la iniciativa para la construcción
de la plaza de toros que, en realidad, no fue, en
absoluto, idea suya. Incluso se ha llegado a escribir
el nombre de Plaza de Pignatelli para lo que, en
realidad, es Plaza de Toros de la Misericordia.
Fue bastante antes de que Ramón Pignatelli
entrara como miembro de la Sitiada a regir los
destinos de la Casa, cuando se planteó por primera
vez la posibilidad de construir un coso taurino
ligado a la institución. En concreto, fue en 1754
cuando se lanzó la idea. La causa, como en tantos
otros casos, un hecho aparentemente contradictorio:
aquel año se canceló el permiso real para que

se celebraran festejos taurinos en el tradicional
recinto de la plaza del Mercado. En consecuencia,
la Casa de Misericordia
se quedaba sin una de sus
principales fuentes de ingresos, la derivada de la
recaudación de aquellos espectáculos.
De inmediato, los miembros de la Sitiada
se lanzaron a buscar una solución al grave
problema económico que se les avecinaba. La
primera propuesta fue que las corridas de toros
tuvieran lugar dentro del mismo recinto de la
Casa. Evidentemente, esta opción, aunque se
podía poner en marcha de inmediato, resultaba
inviable a largo plazo. La Casa no reunía las
condiciones mínimas de seguridad y aforo que
se requerían. Eso sí, de manera provisional se
habilitó una plaza de madera, proyectada por el
maestro de obras Raimundo Cortés, que estuvo
en funcionamiento durante algunos años.
De nuevo fue una orden real, en este caso
autorizando la celebración de doce corridas de
toros durante un periodo de seis años, la que
decidió a la Sitiada a buscar una solución definitiva
al problema de la ausencia de un coso digno.
Corría el año 1761 y la Sitiada recurrió de nuevo
a Raimundo Cortés, en esta ocasión acompañado
por el también maestro de obras Julián de Yarza,
para que proyectara una nueva plaza. Aunque
también de madera, la construcción había de
tener mayor tamaño y levantarse fuera del recinto
de la Casa, en concreto en unas eras muy próximas,
prácticamente lindantes. Como modelo para
el coso se tomó la plaza recientemente levantada
en Madrid, de la que se pidieron los planos.

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                            Quite de “El Gallo” en la Feria del Pilar. 13 de octubre de 1916
           Foto: Aurelio Grasa Sancho. En: “Imágenes de un siglo. Heraldo de Aragón 1895-1995”

Como siempre, los problemas económicos
impidieron que los acontecimientos se sucedieran
según los deseos de la Sitiada. Al faltar el
apoyo de las instituciones para la obra, fue preciso
proceder a la venta de las pocas viviendas y
terrenos de la Casa, pero aún así, el dinero logrado
no alcanzó a posibilitar la obra.
Y como en tantos otros aspectos, aquí fue
donde la entrada de Ramón Pignatelli en la Junta
de la Sitiada resultó providencial. Con su capacidad

organizativa y de gestión de recursos, logró
enderezar el rumbo de una empresa que parecía
destinada al fracaso. Tras tomar posesión del cargo,
a finales de enero de 1764, se puso en contacto
con los gremios de la ciudad, solicitó los planos
de otra plaza considerada modélica, la de Aranjuez
y comenzó la provisión de fondos. Tan rápidos
fueron los acontecimientos, que el 12 de abril de
aquel mismo año se firmaba el contrato entre la
Sitiada y el gremio de carpinteros de Zaragoza para
la construcción del nuevo recinto taurino.

El solar para la construcción, según descripción
de los documentos de la época, es el
situado en las eras del Campo del Toro, entre el
camino real, las casas de la parroquia del Portillo
y la Casa de Misericordia. Era un espacio amplio
y despejado, que se extendía en forma triangular
y en uno de cuyos extremos se situaría la plaza.
Pese a esta amplitud, se estableció que entre la
plaza y las construcciones próximas debería quedar
siempre un espacio suficiente para poder ser
transitado por dos coches. Era una manera de
garantizar que el recinto no se convirtiera en un
obstáculo urbano.

La plaza, construida con tanta rapidez
que fue entregada a la Sitiada en julio de 1765,
era modesta, pero constituía un gran avance,
tanto desde el punto de vista de su utilización
como recinto taurino (comparado con la plaza
del Mercado), como desde el de las posibilidades
de ingresos económicos para la propia Casa de
Misericordia. Los primeros años fueron difíciles,
sobre todo por los pagos que fue necesario hacer
al gremio de carpinteros, a los proveedores de
material o a los propietarios expropiados. Sin
embargo, una década después de su inauguración,
era ya un magnífico negocio para la Casa.

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                                                                                                                   Antigua Plaza de Toros

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